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LA ORACIÓN COMO ESCUELA DE ESPERANZA Carta
Circular del 26 de enero de 2025 A mediados del Adviento, la Casa Generalicia recibió el
hermoso don de un icono de nuestros Santos Fundadores, escrito por Hna. Suzanne
Mattiuzzo, de la comunidad de Redwoods (EE. UU.). El icono fue escrito sobre
una tabla procedente de la ciudad ucraniana de Kharkov, una de las muchas
ciudades de la tierra donde la guerra y la violencia han causado tanta
devastación. Junto con nuestros Santos Fundadores, en medio de
este mundo roto, vivimos
En este icono, vemos a nuestros Santos Fundadores con San
Alberico en el centro, dando un paso adelante. Se acerca a nosotros, los
espectadores, como si quisiera compartir con nosotros el carisma que ha
recibido. Cabe preguntarse qué hacemos con este don en nuestro tiempo. ![]() ¿Cuál es este don que nos han dado nuestros Santos Fundadores? La Constitución 2 define así la naturaleza y la finalidad de nuestra vida cisterciense: Dicha Orden es un Instituto monástico íntegramente ordenado a la contemplación. Por eso los monjes se dedican al culto divino según la Regla de San Benito dentro del recinto del monasterio. En soledad y silencio, en oración constante y gozosa penitencia, ofrecen a la divina majestad un servicio, humilde y digno a la vez, observando la vida monástica según se determina en estas Constituciones. Al comienzo de este Año Jubilar 2025, dedicado a la Esperanza, que es también el año en el que celebraremos nuestro Capítulo General sobre el mismo tema, quisiera aprovechar esta Carta Circular para llamar la atención sobre la esencia de nuestro carisma cisterciense: "la oración asidua" o "la oración incesante". La tradición cristiana ha conservado tres expresiones principales de la vida de oración: la oración vocal, la meditación, y la oración de contemplación. Tienen en común un rasgo fundamental: el recogimiento del corazón. Esta actitud vigilante para conservar la Palabra y Nuestra tarea como monjes y monjas en este mundo es llevar Esperanza al mundo a través de nuestra oración. El Papa Benedicto XVI escribió en su encíclica Spe Salvi (2007): " Un lugar primero y esencial de aprendizaje de la Esperanza es la oración ".2 A lo largo del tiempo, el Magisterio de la Iglesia ha llamado a menudo a los monasterios contemplativos a ser "escuelas de oración" Además de que la Esperanza es el tema del Año Jubilar 2025, así como el tema del Capítulo General, tengo otra razón para llamar vuestra atención sobre el tema de la oración. Recientemente se envió a todas las comunidades de la Orden una encuesta sobre la formación, ¡y hemos recibido con alegría muchas respuestas! Muchas gracias. Algunas de esas respuestas hablaban de la oración, y un testimonio de una Hermana anciana me causó una impresión especialmente profunda: Creo que el horarium de la mayoría de nuestras casas tiene programado un periodo de oración en silencio después de vigilias y vísperas. . . . La liturgia es nuestra oración central; la lectio, el rosario, . . . siempre se fomentan; la oración en general es muy respetada en mi comunidad, pero no he oído nada sobre la oración contemplativa en mis años aquí. En mi opinión, esto expone la crisis actual de nuestra vida monástica con bastante precisión: carecemos de una formación adecuada y significativa en la oración personal silenciosa. En muchas Cartas de Visita oigo la queja de que no todos los Hermanos y Hermanas son fieles a los períodos de oración silenciosa (después de vigilias y vísperas). ¿Son nuestras comunidades "casas de oración"? ¿No es la vocación a la oración incesante el deseo fundamental que nos trajo al monasterio? Queríamos dedicar nuestra vida a la oración, pero qué ciertas son las siguientes palabras de Hans Urs von Baltasar: La mayoría de los cristianos están convencidos de que la oración es algo más que el cumplimiento exterior de una obligación, en la que decimos a Dios cosas que él ya sabe. Es más que una especie de espera diaria ante el Soberano exaltado que recibe mañana y tarde el homenaje de sus súbditos. Y aunque muchos cristianos experimentan con dolor y pesar que sus oraciones no pasan de ese humilde estadio, están seguros, sin embargo, de que debe haber algo más. En este campo hay un tesoro escondido, si tan sólo pudiera encontrarlo y desenterrarlo. Esta semilla tiene el poder de convertirse en un poderoso árbol con flores y frutos, si tan sólo la plantara y la cuidara. Este deber duro y desagradable produciría el tipo de vida más libre y bendita, si tan sólo pudiera abrirme y entregarme a él. Los cristianos saben esto, o al menos lo intuyen vagamente por experiencias previas de uno u otro tipo, pero nunca se han atrevido a seguir estos caminos que llaman y a entrar en la tierra de la promesa. Las aves del cielo se han comido la palabra sembrada, las espinas de la vida cotidiana la han ahogado; sólo queda un vago pesar en el alma. Y si, en determinados momentos de la vida, sienten la necesidad urgente de una relación con Dios distinta de la repetición incesante de oraciones hechas, se sienten torpes y faltos de habilidad, como si tuvieran que hablar una lengua sin haber dominado su gramática. En lugar de una conversación fluida, sólo consiguen algunos retazos, entrecortados, del lenguaje celestial. Como un forastero en un país extranjero que no conoce el idioma, casi se convierten de nuevo en niños inarticulados, que quieren decir algo, pero no pueden. Se trata de una cita larga pero rica que deberíamos leer una y otra vez, y en la que sin duda podemos sustituir la palabra "cristianos" por "monjes y monjas". ¿Hemos recibido una formación adecuada para la oración? ¿Estamos dando una formación adecuada para la oración? ¿Hemos aprendido el lenguaje de esta conversación permanente con Dios? ¿Nos guiamos nosotros mismos por ese camino de oración incesante? ¿O todo esto se ha detenido debido a las preocupaciones, desilusiones y frustraciones cotidianas? Si ya no hablamos el lenguaje de la oración, ¿cómo pueden nuestras comunidades ser una "escuela de Esperanza" para los demás? Hace unos meses, recibí una carta de un joven que estaba muy desilusionado con nuestros monasterios. Había llamado a las puertas de varios de ellos, buscando a nuestros monjes y monjas porque quería aprender a rezar. Tal vez llamaba a las puertas equivocadas, pero los Hermanos y Hermanas con los que se encontraba no podían ayudarle; no tenían ni el idioma ni el interés. Un monasterio le invitó al Oficio Divino, pero el joven no buscaba eso; quería una conversación íntima y personal con Dios. Un monasterio le dio el Padre Nuestro, pero él quería algo más que "fórmulas repetidas incesantemente". Otro monasterio le recomendó que fuera a preguntar a las carmelitas. ¡Qué oportunidad perdida! Pero también, ¡qué preocupación cuando ya no podemos hablar y transmitir el lenguaje de la oración, cuando ya no podemos mostrar a los demás cómo rezar! Con esta carta, os invito a mirar a vuestra oración personal en la que estamos "fomentando constantemente el recuerdo de Dios" (C. 20), a esta oración personal que es la culminación del Oficio Divino y de nuestra lectio divina, "fuente de oración y escuela de contemplación, en la que el monje (la monja) dialoga con Dios de corazón a corazón". (C. 21) Es cierto lo que dice la C. 45.2: "La soledad, la oración continua, el trabajo humilde, la pobreza voluntaria, la castidad en el celibato y la obediencia, no son técnicas humanas ni se aprenden de los hombres." Pero no debemos olvidar el resto de esta Constitución: "sin embargo, la enseñanza del Abad, la sabiduría y experiencia de los ancianos, el constante apoyo y ejemplo de la comunidad, servirán de gran estímulo a los hermanos, sobre todo cuando sufran las diversas pruebas y vicisitudes del camino espiritual." Os daré tres palabras para ayudarles en su reflexión: Silencio, Sencillez y Solidaridad. Espero que estas tres palabras os ayuden a redescubrir (si es necesario), renovar y profundizar vuestra oración personal y a encontrar un lenguaje para transmitir a los demás este elemento central de nuestro carisma cisterciense. ORACIÓN Y SILENCIO Cuando el Capítulo General de 1969 consideró cómo debía responder la Orden a los desafíos del Concilio Vaticano II, se redactaron dos documentos que más tarde se convirtieron en la base de nuestras Constituciones y Estatutos renovados: la Declaración sobre la vida cisterciense y el Estatuto de Unidad y Pluralismo (EUP) . Ambos documentos insisten en el vínculo inseparable entre silencio y oración en nuestra vida monástica. El EUP no. 5 afirma: "El monje, que tiende a la oración continua, necesita todos los días un tiempo fijo para la oración."; y el nº 6 añade: "Este afán por la oración debe ser vivido en un clima de recogimiento y silencio, del cual todos son responsables. Particularmente se mantendrá el silencio nocturno y el silencio en los lugares regulares". La Declaración sobre la vida cisterciense confirma esta conexión cuando dice "un clima de silencio y separación del mundo que favorece y expresa su apertura a Dios en la contemplación, a ejemplo de María, «que guardaba y consideraba en su corazón los misterios»". La Constitución 24 sobre el silencio dice: El silencio se considera como uno de los valores más peculiares de la Orden; asegura al monje la soledad en la comunidad; favorece el recuerdo de Dios y la comunión fraterna; abre la mente a las inspiraciones del Espíritu Santo; estimula la atención del corazón y la oración solitaria con Dios. Por tanto, en todo tiempo, pero sobre todo durante las horas nocturnas, esmérense los hermanos en ser fieles al silencio, custodio de las palabras e incluso de los pensamientos. El silencio fomenta, abre y favorece nuestra oración solitaria y silenciosa con Dios. Pero ¿en qué consiste exactamente este silencio? En Spe Salvi, 34, su encíclica sobre la Esperanza, el Papa Benedicto XVI afirma: " Es también una Esperanza activa en el sentido de que mantenemos el mundo abierto a Dios." ¡El silencio mantiene el mundo abierto a Dios! Nos lo dice Thomas Merton: La vocación monástica es, por su naturaleza propia, una llamada al desierto, porque es una llamada a vivir en la Esperanza. El monje continúa la larga Tradición de espera y Esperanza, el largo Adviento de los patriarcas y profetas: un Adviento que prolonga nuestra espera, aunque el Salvador haya venido... El monje abandona el mundo ... descendiendo con su oración a los espacios vacíos de su propio Espíritu, espera el cumplimiento de las promesas divinas: "El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrará la estepa y florecerá, germinará y florecerá como flor de narciso. (Is. 35:1). . . También la Esperanza se esconde en el silencio.[4] La oración necesita silencio, y este silencio a su vez fomenta, abre y favorece la oración. Así es como nace la Esperanza en el mundo, un mundo atrapado en una vida sin Esperanza, un mundo que también incluye los corazones de monjes y monjas. La Esperanza se esconde en el silencio y en la oración; en el silencio y en la oración, ¡la Esperanza grita! ORACIÓN Y SENCILLEZ El silencio "Es también Esperanza activa en el sentido de que mantenemos el mundo abierto a Dios." (34) Estas palabras del Papa Benedicto XVI nos muestran que la oración y el silencio están esencialmente vinculados para que la oración sea una escuela de Esperanza. Dom André Louf, OCSO (1929-2010) añade: Otra característica de esta oración interior en el Espíritu Santo es su necesidad de sencillez. Después de un tiempo, la oración se vuelve frugal. Las muchas palabras de la etapa inicial se reducen al silencio y se apagan. El hombre de oración se limitará a una sola fórmula, a veces a una sola palabra, o simplemente al Nombre.[5] Eclesiastés 5,1 dice: "Cuando lleves un asunto ante Dios, no tengas prisa en hablar ... Dios está en el cielo y tú en la tierra: sean contadas tus palabras." En Mateo 6,7, Jesús dice: "Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso." Orar con Jesús es sencillo. Hay muy pocas palabras que decir. San Benito tiene esta misma actitud de sencillez cuando habla de la oración: "Por eso la oración debe ser breve y pura, a no ser que se prolongue por un afecto inspirado por la gracia divina. Pero en comunidad abréviese la oración en lo posible, y cuando el superior dé la señal, levántense todos juntos." (RB 20, 4-5) Para San Benito, esta oración breve y pura tenía su origen en la oración de los Padres del desierto, que alternaban o acompañaban sus trabajos manuales con fórmulas de oración breves y sencillas. Esta cita reveladora procede de la famosa escalera de San Juan Clímaco: Que tu oración sea sencilla y sin muchas palabras: una sola palabra bastó para procurar el perdón al recaudador de impuestos y al hijo pródigo… No busques esta o aquella fórmula para las palabras de tu oración. El tartamudeo sencillo y monótono de un niño basta para convencer a su padre. No seas prolijo. Distraerás tu mente si te pones a buscar palabras. Una sola palabra del recaudador de impuestos movió a Dios a la compasión. Una sola palabra de fe salvó al buen ladrón. Las oraciones largas acumulan todo tipo de imágenes en la mente y la distraen, mientras que una sola palabra puede llevar a la mente a un estado de recogimiento. Si sientes que te tranquilizas y te satisfaces interiormente pronunciando una sola palabra, quédate con esa palabra, porque entonces tu ángel está rezando contigo.[6] La oración sencilla del monje le lleva siempre a la liturgia, a su Lectio Divina o simplemente al nombre de Jesús. Dom André Louf escribe: Además del grito del recaudador de impuestos, el propio Nombre de Jesús desempeña un papel importante en la oración de Jesús. En realidad, puede llegar a ser incluso más sencilla, pues la oración de Jesús bien puede reducirse a la simple invocación del Nombre de Jesús. El Nombre de Jesús está cargado de un poder invisible e insospechado: fuerza en la tentación y consuelo allí donde se anhela amor. "La repetición múltiple de este Nombre", escribe el bienaventurado Elredo a su hermana eremita, "nos traspasa el corazón por dentro".[7] Dom André Louf comparte una hermosa descripción de esta oración: "Esta Respuesta sencilla, precisamente por ser sencilla, sólo puede ser pronunciada en nosotros por el Espíritu, que nos lleva completamente a remolque".[8] ¡Que nuestra oración sea una respuesta única y sencilla! ORACIÓN Y SOLIDARIDAD La Esperanza que surge de la escuela de oración hunde sus raíces en el silencio y la sencillez, pero crece y se extiende a toda la Creación, lo que llama nuestra atención sobre la solidaridad. A la pregunta de por qué un monasterio cisterciense estaba presente en un entorno totalmente islámico, el Beato Christian de Chergé respondió: "para ser orantes entre los orantes". Con estas palabras, muestra cómo esta palabra central de nuestro carisma adquiere su propio significado en un contexto totalmente distinto al de nuestros Santos Fundadores, no como un desafío, sino como una llamada.[9] Esta respuesta de los bienaventurados hermanos de Tibhirine puede seguir siendo un llamamiento para muchos de nosotros, pero para quienes viven en un mundo cada vez más secularizado, o incluso en un mundo que piensa que puede vivir sin Dios, nuestro carisma exige un nuevo lenguaje para expresarse y volver a ser atractivo. Ese mundo necesita nuestro carisma de oración incesante para mantenerlo abierto a Dios, abierto a esa otra Realidad en la que somos amados y a la que merece la pena amar. La forma más visible en que nosotros, como comunidades monásticas, mantenemos este mundo abierto a Dios a través de nuestra oración es en la celebración pública de la liturgia. Pero ¿no son muchas las personas que se conmueven con la oración silenciosa e íntima de un monje o una monja? Heureux ceux qui prient es una colección de pensamientos sobre la oración de los hermanos de Tibhirine.[10] Comienza con una larga e impresionante cita de un joven musulmán que había visitado el monasterio durante varios días: A todos mis hermanos en la fe, después de pasar tres días de silencio en este lugar santo, perdido en la naturaleza, donde mis hermanos son llamados "monjes", vosotros que habéis renunciado a todo para poseerlo todo, vosotros que os habéis separado de todo para estar unidos a todos, vosotros que os habéis liberado de todo egoísmo y de toda inquietud para entregaros al Espíritu Soberano de Dios, y esta tarea es vuestro ministerio por toda una vida… A mí, que aún no he descubierto el camino esencial, me acabáis de enseñar cómo sacrificar mi vida para encontrar a Dios, sin pánico en mi corazón; me habéis enseñado cómo buscar poseer a Dios en mis propias acciones… Mi padre, que es sacerdote musulmán y está muy apegado al Islam, solía decirme que todos los cristianos van al infierno. A mi regreso, le dije que, según nuestro propio juicio, no es fácil cruzar el umbral del infierno, como tampoco lo es cruzar el umbral del paraíso, pero mis hermanos de Tibhirine se pasan la vida siendo lo que deben ser, en lugar de hacer lo que deben hacer, y son estos hermanos, suspendidos entre el cielo y la tierra, los que mantienen abierta la puerta de la comunicación. Le diré que un "monje" es una verdadera Luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo… Este monasterio es una escuela especial de amor, y de hecho no he encontrado aquí otro motivo que el Amor, pues Dios es Amor… Vuestras casas, vuestras almas, vuestras vidas están ocupadas por Dios, que tiene derecho a todo; os quita las horas, pero también las llena, y mañana seréis bien recompensados… Dichoso quien permite a Dios a morar en su corazón.[11] "Mantener abierta la puerta de la comunicación", o lo que es lo mismo, mantener el mundo abierto a Dios. "Dichoso el que deja morar a Dios en su corazón". No se trata de un trabajo que dependa de nuestras propias fuerzas, sino de un trabajo que realizamos en silencio y sencillez. Por eso es tan importante el aspecto oculto de nuestra oración y de nuestra vida monástica. "Con su vida monástica llevada con fidelidad, y por la secreta fecundidad apostólica que les es propia, sirven al pueblo de Dios y a todo el género humano." (Cst. 3.4). Esta fecundidad apostólica oculta tiene su origen en la oración silenciosa y sencilla que, según el Hermano Christophe Lebreton, es "ese doble movimiento del corazón que nos invita a quedarnos (con, cerca de...), y a marcharnos. Descanso y éxodo.[12] El P. Thomas Keating OCSO, otro gran maestro de la oración contemplativa habla de "la unión transformadora" de la oración en este mismo contexto. Para él, el primer fruto de la fecundidad apostólica oculta de la oración es "un modo de estar en el mundo que nos permite vivir la vida cotidiana con la convicción invencible de la unión continua con Dios. Es un nuevo modo de estar en el mundo, un modo de trascender todo lo que hay en el mundo sin salir de él".[13] El segundo fruto será la unión final con Dios después de nuestra muerte, cuando llevemos con nosotros a toda la Creación de Dios a esa unión final.Para Keating, la solidaridad que nace de la oración es : “ una grandísima preocupación por todo lo que es, pero sin la implicación emocional característica del falso yo. Somos libres de dedicarnos a las necesidades de los demás sin quedar indebidamente absorbidos por su dolor emocional. Estamos presentes para la gente en el nivel más profundo y percibimos la presencia de cualquier cosa de ellos. Simplemente tenemos la vida divina como un puro don y la ofrecemos a quien la quiera. La vida resucitada de Cristo a través de los dones de su Espíritu puede entonces sugerir lo que hay que hacer o dejar de hacer con increíble detalle. Este estado de conciencia no es pasajero, sino una conciencia permanente que envuelve espontáneamente toda la vida.[14] Como resultado, surge una nueva dimensión de toda la realidad: en Cristo, estamos conectados con todos y con todo; conocemos una solidaridad interior que se expresará en acciones concretas. Como afirma el Catecismo de la Iglesia Católica: 2565 La oración es cristiana en tanto en cuanto es comunión con Cristo y se extiende por la Iglesia que es su Cuerpo. Sus dimensiones son las del Amor de Cristo (cf. Ef. 3,18-21). 2718 La oración contemplativa es unión con la oración de Cristo en la medida en que ella nos hace participar en su misterio. El misterio de Cristo es celebrado por la Iglesia en la Eucaristía; y el Espíritu Santo lo hace vivir en la contemplación para que sea manifestado por medio de la caridad en acto. 2719 La oración contemplativa es una comunión de Amor portadora de Vida para la multitud. ... [15] Si perdemos esta fecundidad apostólica oculta de nuestra oración contemplativa, si perdemos nuestra corresponsabilidad en la misión, entonces la interioridad puede convertirse en pietismo (devoción empalagosa y sentimental), quietismo (espera inerte de movimientos místicos considerados necesarios para la salvación), ensueño romántico o incluso psicologismo escandaloso o superstición. El sentimiento y la sensación se convierten en los criterios de la experiencia espiritual.[16] En conclusión Hermanos y Hermanas, espero que estos modestos incentivos puedan ayudaros a todos, como comunidades y como individuos, a reflexionar explícitamente sobre vuestra oración personal, incesante y silenciosa, que está en el corazón de nuestro carisma cisterciense: escuchad las experiencias de oración personal unos de otros cuando os reunís en conversación espiritual; quizás elegid un libro sobre la oración para vuestra lectura cuaresmal durante este próximo tiempo de Cuaresma; o simplemente empezad de nuevo con la oración personal y silenciosa. Tanto la Iglesia como el mundo esperan que utilicemos este don que hemos recibido de Dios hoy, para hacer presente a Dios en nuestro mundo. Nuestra corresponsabilidad en la misión de la Iglesia consiste realmente en convertirnos en el corazón orante de su cuerpo místico. Dios nos ha dado este don de la oración. No lo dudéis. Recordad el hermoso texto que hemos recibido de San Bernardo: “ esto es lo que digo: que, aunque un alma esté tan condenada y tan desesperada, sin embargo, es mi enseñanza que tal alma puede encontrar en sí misma no sólo una fuente de alivio en la Esperanza del perdón, para que pueda buscar con Esperanza la misericordia, sino también una fuente de audacia, para que pueda desear el matrimonio con el Verbo, no temiendo entrar en un tratado de amistad con Dios, ni siendo tímida para tomar el yugo de Amor de aquel que es el Rey de los ángeles.”[17] Que nuestras comunidades sean escuelas de Esperanza a través de nuestra oración asidua. No olvidemos que a menudo la Esperanza ha cambiado inesperadamente el curso de la historia. Nuestra oración puede hacer lo mismo. Perseveremos en esa oración callada y sencilla que nos une a toda la creación. Que Nuestra Señora del Silencio sea nuestro ejemplo, como nos dicen nuestras Constituciones: "Que la Virgen María, Asunta al cielo, vida, dulzura y Esperanza del que peregrina en la tierra" (Cst. 22) no esté nunca lejos de sus corazones. Mirad a Cristo con los ojos de María, con su corazón, con su memoria. A menudo nuestros ojos están "nublados": debemos ponernos las "gafas" de María. ¡Intentad creer y creed para intentar![18] ¡Intentad esperar y esperad para intentar! H. Bernardus Peeters OCSO Abad General Roma, 26 de enero de 2025 Solemnidad de nuestros Santos Fundadores ![]() [1]
Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2699. 2 Papa Benedicto XVI, Spe Salvi 32. [2]
Papa Juan Pablo II, Vita Consecrata 39.94. [3]
Hans Urs von Balthasar, Oración. p. 9. [4]
Thomas Merton, In Silentio, en:
Seasons of Celebration, p. 342. [5]
A. Louf, Enséñanos a rezar, 172. [6]
San Juan Clímaco, Escalera, 28. [7]
A. Louf, Enséñanos a rezar. 175. [8]
Idem, 162. [9] "Sí, Dios
puede hacer cualquier cosa... Pero los cristianos no saben rezar! ¿Una defensa?
No, una llamada". Chronique de l'espérance 3 (Noel 1974), 8.11.74. [10] Moines de
Tibhirine, Heureux ceux qui prient. Casa
de oración para todas las naciones. Les Écrits de Tibhirine 5. Les Éditions
du Cerf/Bellefotnaine/Bayard, 2024. Les Éditions du Cerf/Bellefotnaine/Bayard,
2024. [11] Moines de
Tibhirine. Heureux ceux qui prient. Casa
de oración para todas las naciones. Les Écrits de Tibhirine 5. Les Éditions
du Cerf/Bellefotnaine/Bayard, 2024. Les Éditions du Cerf/Bellefotnaine/Bayard,
2024, p. 11. [12] "Prier:
n'est-ce pas ce double mouvement du Coeur invite à demeurer (avec, près de...),
à partir. Repos et exode". P. Christophe, Journal, non daté [1985], Archives Notre Dame de l'Atlas, en: ídem,
p. 187. [13]
Thomas Keating, Invitación al Amor.
Monasterio de San Benito, 1992, p. 109. [14]
Thomas Keating, Invitación al Amor.
Monasterio de San Benito, 1992, p. 109-110. [15]
Catecismo de la Iglesia Católica, 2565; 2718-2719. [16] Hermana
Claire-Geneviève de Saint Victor OCSO, 'Corresponsabilité
pour la mission' et vie monastique, en: Collectanea Cisterciensia,
86(2024)4, p. 399. [17]
Bernardo de Claraval, Sermones sobre el Cantar
de los Cantares 83.1. SBO 2.298-299. [18] Loris Maria
Tomassini, Il bacio della sposa. Iniziazione alla preghiera. Bologna 2023, p.
340. Texto originale italiano: Guardare
Christo con gli occhi di Maria, con il suo cuore, con la sua memoria. Spesso i nostri
occhi sono 'torbidi': dobbiamo metterci gli 'occhiali' di Maria. ¡Probar para
creer y creer para probar! |