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Siguiendo la tradición monástica nos sentimos
llamadas a hacer realidad la comunión de vida de Jesús con sus discípulos,
expresión y reflejo de la comunión trinitaria,
imitada después por la primitiva comunidad de Jerusalén descrita en el
libro de los Hechos 2, 42 y 4, 32:
“Los creyentes tenían un solo corazón y una sola alma y lo tenían todo en
común”. “Se mantenían constantes en la enseñanza de los apóstoles, en la
comunión, en la fracción del pan y en las oraciones”. Esta comunidad se
alimentaba de la Palabra de Dios y de la Eucaristía; y fruto de ello era el
amor de comunión y la comunión en el amor que reinaba entre ellos. En
el silencio y soledad del Valle de Yerri sigue viva esta tradición
monástica y cisterciense. Nuestra comunidad continúa viviendo la
herencia recibida,
siendo testimonio de la presencia de Dios entre nosotros, del
seguimiento de Cristo y de los valores evangélicos recogidos en la
Regla Benedictina. Esta vocación monástica es vivida en un perfecto
equilibrio entre oración, lectio divina y trabajo manual. La Vida diaria ![]() 2. En Oración y alabanza
3. A la escucha de su Palabra4. Viviendo del trabajo de sus manos 5. En el corazón de la Iglesia 1º Bajo una Regla y una Abadesa
2º En Oración y alabanza
a) El Oficio Divino
El Oficio Divino es la oración de la familia monástica reunida en
torno a Cristo. Ora en su nombre y en el de la Iglesia, prolongando en
el tiempo su oración filial al Padre; se orienta a la oración continua
en alabanza a Dios, intercediendo ante él por toda la
humanidad, contemplando todos los aspectos del misterio de la
salvación. b) La Eucaristía La
celebración de la Eucaristía diaria, centro de la vida monástica,
es lugar privilegiado para el encuentro con el Señor. En ella, Él se
hace nuevamente presente, nos explica las Escrituras, hace arder
nuestro corazón y se nos da a conocer (cf. Lc 24, 13-35). La Eucaristía
es el corazón de la vida de la Iglesia y de la comunidad, aviva desde
dentro la oblación renovada de la propia existencia y del proyecto
comunitario. Al participar en el sacrificio eucarístico, fuente y cima
de la vida cristiana y monástica, “ofrecemos a Dios Padre la Víctima
divina y a nosotros mismos con ella” (Ecclesia de Eucharistia, 13) La Lectio Divina. Un tiempo importante y esencial en nuestra jornada diaria es el dedicado a la lectio
divina,
fundamento y alimento de nuestra vida espiritual. La “lectura orante”
de la Sagrada Escritura engendra en nosotras la “sabiduría
del corazón”. Cristo se forma en el corazón de quienes en un “silencio
sereno”
escuchan y acogen su Palabra. Así la Escritura se convierte en escuela
de vida
y escuela de oración que conduce a la pureza del corazón. La soledad y
el
silencio se convierten en valores esenciales para esta dedicación
y escucha.
4º Viviendo del trabajo de sus manos
El trabajo manual, orante y contemplativo,
forma parte integrante de todo el proceso formativo de nuestra vida
monástica: "Entonces serán verdaderos monjes si viven del trabajo de
sus manos" nos dice San Benito en su Regla monástica. Por él se
participa en la obra creadora de Dios Padre y en la Redención llevada a
cabo por Jesucristo, nuestro Señor. Por él se contribuye a la
construcción, cohesión y subsistencia de la comunidad. Además del trabajo agrícola,
tradicional, se realizan en la comunidad otros trabajos artesanos: elaboración de
mermeladas, pomadas a base de hierbas medicinales y encuadernación de
libros.
Este don
recibido del Señor es vivido por nuestra comunidad en profunda comunión con la
Iglesia diocesana y a través de ella con la Iglesia universal. “La llama
mística de la vida monástica mantiene vivo en la Iglesia y en la sociedad el
conocimiento de Dios que se alcanza con la experiencia y la luz que brota del
contacto personal con Jesucristo en la oración. Los corazones de los hombres
piden, para no secarse, que el agua viva alumbrada por los contemplativos les
llegue de un hontanar secreto” (Carta de Pablo VI a la Orden Cisterciense de la
Estrecha Observancia).Los monasterios son fuente de irradiación espiritual; contribuyen a la
misión evangelizadora de la Iglesia con la oración y la ofrenda de la
propia vida, estando presentes en ella de una manera mas profunda, a
saber, en las entrañas de Cristo, acogiendo interiormente sus
aspiraciones y dificultades y las del mundo de hoy.
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